La fiesta de la Patria. POR ROBERTO L. ELISSALDE

 


Juan Manuel Beruti a quien tantas veces hemos citado en esta columna recuerda en sus Memorias Curiosas que el primer aniversario de la Revolución de Mayo, comenzó a festejarse desde el 24 a la tarde cuando “se hicieron iluminaciones generales en toda la ciudad”.  Las fueron por cuatro noches consecutivas con salvas de artillería, repique de campanas, fuegos artificiales, arcos triunfales y “otras infinitas diversiones, como de mojigangas, máscaras, danzas y bailes, con las que estuvo la ciudad muy alegre, no habiéndose visto nunca en esta capital iluminación más cumplida, por la variedad de ella y costo, pues ardían en muchas partes hachas de cera, vasos de colores y faroles de vistosa construcción”.

La celebración religiosa comenzó el 24 de mayo, cuando el alférez real don Francisco Ramos Mexía llevó desde el Cabildo el Real Estandarte, después de lo cual se rezaron las vísperas y canto del Tedéum. En la mañana del 25 se celebró la misa de pontifical en acción de gracias que presidió el obispo don Benito de Lué y Riega, costumbre que ya venía desde la instalación de la Junta y que ha perdurado a través 213 años, con la asistencia de las más altas autoridades, salvo en este siglo en que la intolerancia hizo cambiar el escenario del Te Deum.

Beruti recuerda lo que fue la el inicio de las obras y la inauguración del primer monumento a la Patria de este modo: “Se construyó la gran pirámide que decora la plaza Mayor de esta capital y recuerda los triunfos a la posteridad de esta ciudad la que se principió a levantar sus cimientos el 6 de abril último; pero aunque no está adornada con os jeroglíficos, enrejados y adornos que debe tener por la cortedad del tiempo que ha mediado, sin embargo a los cuatro frentes se le puso una décima en verso, alusiva a la obra y victorias que habían ganado las valerosas tropas de esta inmortal ciudad, y las que esperaban ganar en defensa de la patria, su libertad, y de las banderas que juraron defender; las que de todos los cuerpos se pusieron a los cuatro frentes sobre las gradas de la pirámide sobre pedestales que se pusieron al efecto, cuyas banderas y estandartes estuvieron adornando dicha obra los cuatro días de las funciones, poniéndose desde las ocho de la mañana con sus correspondientes guardias por cada uno de sus cuerpos hasta las ocho de la noche que las retiraban a sus cuarteles; estando estas alumbradas para la vista del público, lo que era la noche por una porción de hachas de cera, que a sus cuatro frentes de la misma pirámide ardían”.

Es de imaginar el espectáculo, y el alborozo de la población donde se mezclaba el magistrado con el hombre de las chacras, porque como lo dice “estuvo la ciudad muy alegre” y celebrando la Patria, algo olvidado desde hace mucho tiempo entre nosotros, salvo un triunfo deportivo, pero en los que no van los valores superiores de un país más que un recogijo puntual.

Prosigue nuestro cronista: “Fueron infinitas las diversiones y cosas que hubo que ver en esos cuatro días y noches de funciones que hubo, que para detallarlas todas era necesario un pliego más de papel para escribirlas, no habiendo habido en tanto bullicio de gentes la menor cuestión ni avería, que es cosa de extrañar pues por lo regular en estos concursos no faltan desgracias, pero como todo se dirigía a celebrar el cumpleaños de la instalación de muestra Junta, estaba la gente fuera de sí y no pensaba otra cosa sino en divertirse hermanablemente”. Por las dudas para evitar los excesos del alcohol “para el mejor orden de las oraciones por bando público se mandaron cerrar todas las tabernas o casa pública de venta de bebidas fuertes, saliendo muchas patrullas rondando la ciudad, y sus alcaldes de barrio”.

Estas celebraciones del 25 de mayo se mantuvieron a lo largo del tiempo y con distintos gobiernos, y fue común la visita al histórico Cabildo después de su restauración en el siglo pasado de numerosas familias. La asunción hace medio siglo un 25 de mayo de 1973 del gobierno por el doctor Héctor J. Cámpora nos recuerda el desorden y caos de la ceremonia, las autoridades no pudieron ir desde el Congreso donde se realizó al juramento por la tradicional avenida, a la Casa de Gobierno donde se realizó la entrega de los atributos del mando, y por seguridad fueron en subterráneo. El presidente del Uruguay doctor Bordaberry sufrió a la turba, lo mismo que el automóvil del arzobispo de Buenos Aires cardenal Caggiano y las tropas que no pudieron desfilar. Desde los balcones de La Prensa sus cronistas fueron y en la edición del día siguiente consignaron, lo mismo que otros medios. estos detalles. Como se ve lejos estaban los días en que “habiendo habido en tanto bullicio de gentes la menor cuestión ni avería”.

Treinta años después, también un 25 de mayo asumió un presidente del mismo signo político que el doctor Cámpora, y el grito de “Volvimos” atronó en la histórica plaza aunque sin desmanes como los señalados. Este gobierno ha utilizado desde entonces y por distintas circunstancias ese ámbito para reuniones partidarias, de distinta naturaleza; convirtiéndose con la pasividad de las autoridades locales en los únicos dueños de ese ámbito. De ese modo más lejos estamos de dejar libre el espacio para celebrar el cumpleaños” de la Patria con gente “fuera de sí” sin otro pensamiento que el de “divertirse hermanablemente”. Al contrario los cantos prueban lo contrario y las arengas prueban lo contrario.

Así muchas personas que podían pasear en fecha tan significativa por la plaza, fueron impedidos por un grupo fragmentado. Y ese es el problema: la fragmentación, el olvido de las tradiciones. Históricamente los 25 de mayo, 9 de julio y 20 de junio (cuando no era feriado móvil) el intendente o el jefe de gobierno de la Ciudad marchaba hasta el mástil de la plaza de Mayo desde Bolívar 1, al izamiento de la bandera nacional escoltado por el regimiento de Patricios, los alumnos de las escuelas; ceremonia que volvía a repetirse solemnemente para el arrío en horas de la tarde. Todo esto hace más de una década que ha sido olvidado, ni que decir que si hay un discurso el funcionario se dedica a hacer campaña política, enumerar logros o una larga lista de dudosas promesas, pero de la Patria, el prócer o la fecha que se conmemora, de eso no se habla. Para no hablar de la vestimenta que suele ser en muchos casos más apta para un día de campo que para un acto conmemorativo.

Nada de esto sucede en otros países, la tradición se respeta, se preserva y la hereda generación tras generación. Esperemos que recordando aquella fiesta de 1811, volvamos alguna vez a tener una fiesta de todos y una plaza de Mayo de todos un 25 de mayo, sin agravios e inspirados en los valores de esos hombres que murieron en su mayoría en la mayor pobreza y sirvieron a la Patria “con sus bienes, con sus virtudes y con sus talentos” como decía una proclama de la época.

Al fin y al cabo como bien lo dijo Jorge Luis Borges: “Nadie es la patria, pero todos lo somos”.

Roberto L. Elissalde Historiador. Vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.


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