“Soldado siempre de las nobles causas, se une al partido de las gloriosas tradiciones, al que enarbola la insignia de la civilización, que es la azul celeste de la patria. Su valor nunca fue igualado, es admirable su temeridad
RECONOCIMIENTO INTERNACIONAL AL PRIMER JEFE DEL CENTRO
DE RASTREO ESCUCHA E INTERCEPTACIÓN
DE SEÑALES "SALTA" RED INTERNACIONAL
ANTINARCÓTICOS "LOS CAIMANES -PLAN AMÉRICA"
“Nació en Tucumán el 28 de noviembre de 1795.
Falleció en Buenos Aires el 5 de enero de 1857”
“El señor general
Rondeau, en premio de los triunfos mencionados que había yo alcanzado con ese
cuerpo formado por mí, a virtud de su orden y en fuerza sólo de la reputación de
que yo gozaba, lo disolvió en la plaza de Jujuy, al siguiente día de haber él
regresado de Salta, con el Supremo Director del Estado Brigadier Juan Martín
Pueyrredón, que acababa de ser nombrado por el Congreso General reunido en
Tucumán.
El general
Rondeau procedió a dicha disolución a pesar de haberle yo representado que se
exponía así a perder la mayor parte de esa fuerza benemérita, como la perdió en
efecto; pues, habiéndola repartido en diferentes cuerpos, en esa misma noche
desertaron más de las tres cuartas partes de ella. Desde allí fui mandado al
siguiente día por dicho general a Tucumán, a formar otro cuerpo de voluntarios de
caballería.
.
Habiendo, pues, llegado a
Tucumán, salí inmediatamente a la campaña en busca de hombres voluntarios y sin
embargo del antecedente que ya tenían de la disolución del otro cuerpo en la
campaña anterior, regresé a los pocos días con ciento setenta jóvenes, desde la
edad de 18 a la de 25 años, que se me presentaron voluntariamente. Luego que
formé el primer escuadrón, el señor general Rondeau que había ya llegado de
Jujuy, quiso incorporarme al regimiento de dragones con el objeto de
remontarlo, yendo yo en calidad de comandante del segundo escuadrón. Yo me
opuse a esta medida y pasé a ver al señor Director, le hice presente el desaire
que había recibido en Jujuy del señor general en jefe, en la disolución de un
cuerpo que yo había formado a costa de la exposición de mi vida, por orden del
mismo general yéndome a retaguardia del ejército enemigo, con sólo ocho hombres
que se me dieron y que eran unos presos, y con el cual había tenido tres
espléndidas victorias, contra centuplicadas fuerzas enemigas y que si en el
momento en que después de eso, acaba de formar otro de voluntarios, se trataba
ponerme con él, bajo dependencia de otro jefe, yo hacía dimisión de mi empleo y
solicitaba mi separación absoluta del ejército.
El señor Director entonces,
palmeándome el hombro me dijo: “enhorabuena, valiente La Madrid, desde hoy será
usted Teniente Coronel del Ejército y Jefe del Cuerpo, que se denominará
Húsares de Tucumán”, y en efecto fui dado a reconocer como tal en la Orden
General del Ejército.” (Memorias del General
Lamadrid, Biblioteca del Suboficial, Campo de Mayo 1948, editada en base a la
Publicación Oficial, Bs As 1895)
“La vida de ese soldado ha
inspirado a la pluma original de Sarmiento páginas admirables: nadie como él lo
ha retratado, nadie como él ha encontrado en la paleta, colorido más brillante
y apropiado para pintarnos al héroe.
“Es el general La Madrid
uno de esos tipos naturales del suelo argentino. A la edad de 16 años, empezó a
hacer la guerra a los españoles, y los prodigios de su valor romancesco pasan
los límites de lo posible; se ha hallado en ciento cuarenta encuentros, en
todos los cuales la espada de·La Madrid ha salido mellada y destilando sangre;
el humo de la pólvora y los relinchos de los caballos lo enagenan materialmente
y con tal que él acuchille todo lo que se le pone por delante, caballeros,
cañones, infantes, poco le importa que la batalla se pierda. Decía que es un
tipo natural de aquel país no por esta valentía fabulosa, sino porque es
oficial de caballería, y poeta además. Es un Tirteo que anima al soldado con
canciones guerreras; es el espíritu gaucho, civilizado y consagrado a la
libertad. El valor predomina sobre las otras cualidades del general en
proporción de ciento a uno. Y si no, ved lo que hace en Tucumán: pudiendo, no
reúne fuerzas suficientes, y con un puñado de hombres presenta la batalla, no
obstante que lo acompaña el coronel Díaz Vélez, poco menos valiente que él.
Facundo traía doscientos infantes y sus colorados de caballería: La Madrid
tiene cincuenta infantes y algunos escuadrones de milicias. Comienza el
combate, arrolla la caballería de Facundo, y a Facundo mismo, que no vuelve al
campo de batalla sino después de concluído todo. Queda la infantería en columna
cerrada; La Madrid manda cargarla, no es obedecido, y la carga él solo. Cierto,
él sólo atropella la masa de infantería; voltéanle el caballo, se endereza,
vuelve a cargar: mata, hiere, acuchilla todo lo que está a su alcance, hasta
que caen caballo y caballero traspasados de balas y bayonetas, con lo cual la
victoria se decide por la infantería. Todavía en el suelo le hunden en la
espalda la bayoneta de un fusil, le disparan el tiro, y bala y bayoneta lo
traspasan, asándolo además con el fogonazo. Facundo vuelve al fin a recuperar
su bandera negra que ha perdido, y se encuentra con una batalla ganada y La
Madrid muerto, bien muerto. Su ropa está ahí; su espada; su caballo, nada
falta, excepto el cadáver que no puede reconocerse entre los muchos mutilados
y desnudos que yacen en el campo. .. La Madrid acribillado de once heridas se
había arrastrado hasta unos matorrales, donde su asistente lo encontró
delirando con la batalla y respondiendo al ruido de pasos que se acercaban:
¡no me rindo! Nunca se había rendido el coronel La Madrid” (Sarmiento, “Civilización y Barbarie“).”
“La Madrid era un joven,
tenía 17 años de edad, cuando tomó parte en la famosa batalla del 24 de
septiembre de 1812, por la cual Tucumán fue llamada “el sepulcro de los
tiranos”. Su conducta en aquella memorable acción de guerra y en la persecución
que se hizo al ejército en derrota de Tristán, fue tan patriótica y tan
distinguida, que desde entonces se captó la amistad, la confianza y el afecto
del general Belgrano. ¡Cómo Tucumán no ha de amar la memoria de aquel de sus
hijos que fue el predilecto del virtuoso y noble vencedor de la Ciudadela!.” (Del Sr Marcos Avellaneda, Discursos durante la
traslación de los restos del Grl Lamadrid a Tucumán)
“Es tanta su fama, tanto se
le teme, que después de un combate en que el enemigo triunfa, le entregan la
montura quitada a su caballo de guerra, muerto en el campo de batalla, ante la
advertencia del asistente del general, que les amenaza con perseguirlos hasta
Lima si no se la devuelven!
Arrebatado de admiración el
brigadier Alvarez, Jefe de las Fuerzas enemigas, en la acción memorable de
Cuartos, al ver a Lamadrid con veintisiete soldados resistir a seiscientos de
los suyos, exclama:
“No existe entre los
patriotas ni entre los españoles un Oficial que se le parezca”. ¡En Tarabuco
mil quinientos temen a cuatrocientos de los de La Madrid y no se atreven a
batirlo!”
(Dr
Alberto de Soldati, Ministro de Hacienda e Instrucción Pública, Discursos
durante la traslación de los restos del Grl Lamadrid a Tucumán)
“Soldado siempre de las
nobles causas, se une al partido de las gloriosas tradiciones, al que enarbola
la insignia de la civilización, que es la azul celeste de la patria. Su valor
nunca fue igualado, es admirable su temeridad. Jamás le impone el enemigo,
sólo anhela hallarle, le busca sin descanso, no mide sus fuerzas inferiores, en
Talina, Las Piedras, el Rosario, el Bañado, Tambo Nuevo, Posta de Caiza, Yaví;
en Cuartos asombra al enemigo resistiendo con veintisiete valientes a
doscientos soldados de caballería y cuatrocientos cazadores, en el cerro
Yucas, Mochará, donde combate con nueve soldados, ochenta enemigos, matando
veintitrés y apresando veintiuno; en Sipe-Sipe, con cincuenta de sus dragones,
detiene mil hombres varias veces, con sus cargas formidables; en Culpina,
atraviesa con ocho soldados las filas enemigas formadas de quinientos infantes
y ciento cincuenta caballeros, sin detenerse sino en la retaguardia de sus
adversarios; en Tarija derrota ciento cuarenta soldados con treinta y tres de
sus famosos “húsares de la muerte”; en una retirada hacia Potosí, por la
quebrada de Pilcomayo, con setenta húsares detiene el grueso de la numerosa
fuerza enemiga siempre que es necesario para salvar la artillería; en Santiago
con ciento treinta de los mismos domina a setecientos revoltosos; en el Tala
manda atacar y no es obedecido, entonces el héroe carga solo, contra
doscientos infantes, haciendo tales destrozos entre ellos que parece mentira
fueran obra de una sola mano … pero, no terminaría señores, si fuese a
continuar citando todos los asombrosos encuentros; es que no se sabe qué admirar
más, si la fuerza de su corazón o el poder de su brazo, si su valor o su
resistencia, si lo extraordinario de sus victorias o su fe invencible en sus
soldados, como él abnegados, como él mártires.” (Dr
Alberto de Soldati, Ministro de Hacienda e Instrucción Pública, Discursos
durante la traslación de los restos del Grl Lamadrid a Tucumán)
“Los pueblos se honran a sí
mismos cuando saben tributar a sus héroes los homenajes de su admiración y su
gratitud.
La Madrid, soldado y
guerrero, representa una época que el pueblo argentino debe conservar en su
memoria.
Fue el héroe, por sus
hazañas, su arrojo y su influencia, de una doble emancipación política y
social.
Compañero de nuestros
primeros patriotas, sirvió bajo sus órdenes la causa de la independencia
americana.
Agente activo, de primera
fila, sirvió a la causa de la emancipación social contra la anarquía y el
caudillaje.
Su nombre ha repercutido
siempre como modelo de heroísmo en el corazón de los
argentinos.
Dotado de una organización
poderosa y ardiente, había nacido para la guerra.
El ruido de las armas
despertaba en su espíritu el ardor belicoso que parecía brotar de la masa de
su sangre, como un impulso irresistible.
Su cuerpo humano parecía un
cuerpo de fierro adonde las balas se estrellaban sin destruir las fuerzas
poderosas de su organización.
Cubierto de sangre y de
heridas, las tapaba con su propia mano para emprender de nuevo el combate sin
temer al desfallecimiento y a la muerte.
Su cráneo surcado por
hondas cicatrices, está revelando sus hazañas.” (De
La Democracia, de Tucumán, del 27 de noviembre de 1895)
“Antes de la batalla, La
Madrid había peleado con sólo 9 dragones y veintidós enemigos en Colpayo
tomándolos prisioneros, y después de ella se distinguió cargando dos veces con
sólo treinta a más de ochenta que mandaba el bravo coronel Castro.
Desde Moraya, el general
Belgrano desprendió bandas y montoneras con el objeto de hostilizar al enemigo
triunfante; y es aquí precisamente que comienza esa interminable cadena de heroicidades
de La Madrid que fue uno de los elegidos.
El 24 de octubre sostiene
el conocido combate de Tambo Nuevo con doce dragones, contra una compañía de
cazadores enemigos. Hubo de rendirlos, pero las primeras claridades del alba
descubrieron sus escasas fuerzas y debió retirarse llevándose once prisioneros
que habían tomado los bravos Dragones Gómez, Zalazar y Albarracín.
Empero, como el oficial
enemigo abandonara el campo. La Madrid volvió al desempeño de su comisión
avanzando nuevamente sobre el adversario. Al avance de todo el ejército contrario,
se retiró, tiroteándose continuamente con la vanguardia.
En Ayohuma (14 de
noviembre) fue derrotado por segunda vez nuestro Ejército, y La Madrid
compartió con sus hermanos de armas esa desgracia.
Al emprender la retirada,
Belgrano le confió una cortísima partida y la honrosa comisión de vigilar los
movimientos del enemigo. Libró algunos pequeños encuentros como el de Quirbe,
incorporándose después al cuartel general, de donde fue enviado a Tucumán a
crear un escuadrón de caballería, que muy pronto organizó.
San Martín reemplazó a
Belgrano en el mando en jefe, y nombró a La Madrid su edecán, regalándole su
espada, “diciéndome, -asegura el obsequiado-, que era la que le había servido
en San Lorenzo”.
Pasó a servir, ya de
capitán, en la vanguardia con Güemes y avanzó hasta Jujuy, después de pelear a
una fuerte partida de Marquiegui a inmediaciones del río delas Piedras. Cerca
de La Quiaca tuvo un encuentro con una fuerza de seiscientos hombres y se
retiró tiroteándola por espacio de cuatro leguas, así como sostuvo otras en los
Cangrejos y Rinconada, donde con el bravo capitán Escalada batió al enemigo,
siendo ambos ascendidos a sargentos mayores por el nuevo general en jefe,
Rondeau.
Peleó en Puesto del Marqués
(17 abril de 1815) y en la persecución con escasísima tropa, batió a sesenta
enemigos tomándoles veinte prisioneros.” (De
La Ilustración Sud Americana, de Buenos Aires, noviembre de 1895)
“Nació en Tucumán el 28 de noviembre de 1795.
Falleció en Buenos Aires el 5 de enero de 1857”
“El señor general
Rondeau, en premio de los triunfos mencionados que había yo alcanzado con ese
cuerpo formado por mí, a virtud de su orden y en fuerza sólo de la reputación de
que yo gozaba, lo disolvió en la plaza de Jujuy, al siguiente día de haber él
regresado de Salta, con el Supremo Director del Estado Brigadier Juan Martín
Pueyrredón, que acababa de ser nombrado por el Congreso General reunido en
Tucumán.
El general
Rondeau procedió a dicha disolución a pesar de haberle yo representado que se
exponía así a perder la mayor parte de esa fuerza benemérita, como la perdió en
efecto; pues, habiéndola repartido en diferentes cuerpos, en esa misma noche
desertaron más de las tres cuartas partes de ella. Desde allí fui mandado al
siguiente día por dicho general a Tucumán, a formar otro cuerpo de voluntarios de
caballería.
.
Habiendo, pues, llegado a
Tucumán, salí inmediatamente a la campaña en busca de hombres voluntarios y sin
embargo del antecedente que ya tenían de la disolución del otro cuerpo en la
campaña anterior, regresé a los pocos días con ciento setenta jóvenes, desde la
edad de 18 a la de 25 años, que se me presentaron voluntariamente. Luego que
formé el primer escuadrón, el señor general Rondeau que había ya llegado de
Jujuy, quiso incorporarme al regimiento de dragones con el objeto de
remontarlo, yendo yo en calidad de comandante del segundo escuadrón. Yo me
opuse a esta medida y pasé a ver al señor Director, le hice presente el desaire
que había recibido en Jujuy del señor general en jefe, en la disolución de un
cuerpo que yo había formado a costa de la exposición de mi vida, por orden del
mismo general yéndome a retaguardia del ejército enemigo, con sólo ocho hombres
que se me dieron y que eran unos presos, y con el cual había tenido tres
espléndidas victorias, contra centuplicadas fuerzas enemigas y que si en el
momento en que después de eso, acaba de formar otro de voluntarios, se trataba
ponerme con él, bajo dependencia de otro jefe, yo hacía dimisión de mi empleo y
solicitaba mi separación absoluta del ejército.
El señor Director entonces,
palmeándome el hombro me dijo: “enhorabuena, valiente La Madrid, desde hoy será
usted Teniente Coronel del Ejército y Jefe del Cuerpo, que se denominará
Húsares de Tucumán”, y en efecto fui dado a reconocer como tal en la Orden
General del Ejército.” (Memorias del General
Lamadrid, Biblioteca del Suboficial, Campo de Mayo 1948, editada en base a la
Publicación Oficial, Bs As 1895)
“La vida de ese soldado ha
inspirado a la pluma original de Sarmiento páginas admirables: nadie como él lo
ha retratado, nadie como él ha encontrado en la paleta, colorido más brillante
y apropiado para pintarnos al héroe.
“Es el general La Madrid
uno de esos tipos naturales del suelo argentino. A la edad de 16 años, empezó a
hacer la guerra a los españoles, y los prodigios de su valor romancesco pasan
los límites de lo posible; se ha hallado en ciento cuarenta encuentros, en
todos los cuales la espada de·La Madrid ha salido mellada y destilando sangre;
el humo de la pólvora y los relinchos de los caballos lo enagenan materialmente
y con tal que él acuchille todo lo que se le pone por delante, caballeros,
cañones, infantes, poco le importa que la batalla se pierda. Decía que es un
tipo natural de aquel país no por esta valentía fabulosa, sino porque es
oficial de caballería, y poeta además. Es un Tirteo que anima al soldado con
canciones guerreras; es el espíritu gaucho, civilizado y consagrado a la
libertad. El valor predomina sobre las otras cualidades del general en
proporción de ciento a uno. Y si no, ved lo que hace en Tucumán: pudiendo, no
reúne fuerzas suficientes, y con un puñado de hombres presenta la batalla, no
obstante que lo acompaña el coronel Díaz Vélez, poco menos valiente que él.
Facundo traía doscientos infantes y sus colorados de caballería: La Madrid
tiene cincuenta infantes y algunos escuadrones de milicias. Comienza el
combate, arrolla la caballería de Facundo, y a Facundo mismo, que no vuelve al
campo de batalla sino después de concluído todo. Queda la infantería en columna
cerrada; La Madrid manda cargarla, no es obedecido, y la carga él solo. Cierto,
él sólo atropella la masa de infantería; voltéanle el caballo, se endereza,
vuelve a cargar: mata, hiere, acuchilla todo lo que está a su alcance, hasta
que caen caballo y caballero traspasados de balas y bayonetas, con lo cual la
victoria se decide por la infantería. Todavía en el suelo le hunden en la
espalda la bayoneta de un fusil, le disparan el tiro, y bala y bayoneta lo
traspasan, asándolo además con el fogonazo. Facundo vuelve al fin a recuperar
su bandera negra que ha perdido, y se encuentra con una batalla ganada y La
Madrid muerto, bien muerto. Su ropa está ahí; su espada; su caballo, nada
falta, excepto el cadáver que no puede reconocerse entre los muchos mutilados
y desnudos que yacen en el campo. .. La Madrid acribillado de once heridas se
había arrastrado hasta unos matorrales, donde su asistente lo encontró
delirando con la batalla y respondiendo al ruido de pasos que se acercaban:
¡no me rindo! Nunca se había rendido el coronel La Madrid” (Sarmiento, “Civilización y Barbarie“).”
“La Madrid era un joven,
tenía 17 años de edad, cuando tomó parte en la famosa batalla del 24 de
septiembre de 1812, por la cual Tucumán fue llamada “el sepulcro de los
tiranos”. Su conducta en aquella memorable acción de guerra y en la persecución
que se hizo al ejército en derrota de Tristán, fue tan patriótica y tan
distinguida, que desde entonces se captó la amistad, la confianza y el afecto
del general Belgrano. ¡Cómo Tucumán no ha de amar la memoria de aquel de sus
hijos que fue el predilecto del virtuoso y noble vencedor de la Ciudadela!.” (Del Sr Marcos Avellaneda, Discursos durante la
traslación de los restos del Grl Lamadrid a Tucumán)
“Es tanta su fama, tanto se
le teme, que después de un combate en que el enemigo triunfa, le entregan la
montura quitada a su caballo de guerra, muerto en el campo de batalla, ante la
advertencia del asistente del general, que les amenaza con perseguirlos hasta
Lima si no se la devuelven!
Arrebatado de admiración el
brigadier Alvarez, Jefe de las Fuerzas enemigas, en la acción memorable de
Cuartos, al ver a Lamadrid con veintisiete soldados resistir a seiscientos de
los suyos, exclama:
“No existe entre los
patriotas ni entre los españoles un Oficial que se le parezca”. ¡En Tarabuco
mil quinientos temen a cuatrocientos de los de La Madrid y no se atreven a
batirlo!”
(Dr
Alberto de Soldati, Ministro de Hacienda e Instrucción Pública, Discursos
durante la traslación de los restos del Grl Lamadrid a Tucumán)
“Soldado siempre de las
nobles causas, se une al partido de las gloriosas tradiciones, al que enarbola
la insignia de la civilización, que es la azul celeste de la patria. Su valor
nunca fue igualado, es admirable su temeridad. Jamás le impone el enemigo,
sólo anhela hallarle, le busca sin descanso, no mide sus fuerzas inferiores, en
Talina, Las Piedras, el Rosario, el Bañado, Tambo Nuevo, Posta de Caiza, Yaví;
en Cuartos asombra al enemigo resistiendo con veintisiete valientes a
doscientos soldados de caballería y cuatrocientos cazadores, en el cerro
Yucas, Mochará, donde combate con nueve soldados, ochenta enemigos, matando
veintitrés y apresando veintiuno; en Sipe-Sipe, con cincuenta de sus dragones,
detiene mil hombres varias veces, con sus cargas formidables; en Culpina,
atraviesa con ocho soldados las filas enemigas formadas de quinientos infantes
y ciento cincuenta caballeros, sin detenerse sino en la retaguardia de sus
adversarios; en Tarija derrota ciento cuarenta soldados con treinta y tres de
sus famosos “húsares de la muerte”; en una retirada hacia Potosí, por la
quebrada de Pilcomayo, con setenta húsares detiene el grueso de la numerosa
fuerza enemiga siempre que es necesario para salvar la artillería; en Santiago
con ciento treinta de los mismos domina a setecientos revoltosos; en el Tala
manda atacar y no es obedecido, entonces el héroe carga solo, contra
doscientos infantes, haciendo tales destrozos entre ellos que parece mentira
fueran obra de una sola mano … pero, no terminaría señores, si fuese a
continuar citando todos los asombrosos encuentros; es que no se sabe qué admirar
más, si la fuerza de su corazón o el poder de su brazo, si su valor o su
resistencia, si lo extraordinario de sus victorias o su fe invencible en sus
soldados, como él abnegados, como él mártires.” (Dr
Alberto de Soldati, Ministro de Hacienda e Instrucción Pública, Discursos
durante la traslación de los restos del Grl Lamadrid a Tucumán)
“Los pueblos se honran a sí
mismos cuando saben tributar a sus héroes los homenajes de su admiración y su
gratitud.
La Madrid, soldado y
guerrero, representa una época que el pueblo argentino debe conservar en su
memoria.
Fue el héroe, por sus
hazañas, su arrojo y su influencia, de una doble emancipación política y
social.
Compañero de nuestros
primeros patriotas, sirvió bajo sus órdenes la causa de la independencia
americana.
Agente activo, de primera
fila, sirvió a la causa de la emancipación social contra la anarquía y el
caudillaje.
Su nombre ha repercutido
siempre como modelo de heroísmo en el corazón de los
argentinos.
Dotado de una organización
poderosa y ardiente, había nacido para la guerra.
El ruido de las armas
despertaba en su espíritu el ardor belicoso que parecía brotar de la masa de
su sangre, como un impulso irresistible.
Su cuerpo humano parecía un
cuerpo de fierro adonde las balas se estrellaban sin destruir las fuerzas
poderosas de su organización.
Cubierto de sangre y de
heridas, las tapaba con su propia mano para emprender de nuevo el combate sin
temer al desfallecimiento y a la muerte.
Su cráneo surcado por
hondas cicatrices, está revelando sus hazañas.” (De
La Democracia, de Tucumán, del 27 de noviembre de 1895)
“Antes de la batalla, La
Madrid había peleado con sólo 9 dragones y veintidós enemigos en Colpayo
tomándolos prisioneros, y después de ella se distinguió cargando dos veces con
sólo treinta a más de ochenta que mandaba el bravo coronel Castro.
Desde Moraya, el general
Belgrano desprendió bandas y montoneras con el objeto de hostilizar al enemigo
triunfante; y es aquí precisamente que comienza esa interminable cadena de heroicidades
de La Madrid que fue uno de los elegidos.
El 24 de octubre sostiene
el conocido combate de Tambo Nuevo con doce dragones, contra una compañía de
cazadores enemigos. Hubo de rendirlos, pero las primeras claridades del alba
descubrieron sus escasas fuerzas y debió retirarse llevándose once prisioneros
que habían tomado los bravos Dragones Gómez, Zalazar y Albarracín.
Empero, como el oficial
enemigo abandonara el campo. La Madrid volvió al desempeño de su comisión
avanzando nuevamente sobre el adversario. Al avance de todo el ejército contrario,
se retiró, tiroteándose continuamente con la vanguardia.
En Ayohuma (14 de
noviembre) fue derrotado por segunda vez nuestro Ejército, y La Madrid
compartió con sus hermanos de armas esa desgracia.
Al emprender la retirada,
Belgrano le confió una cortísima partida y la honrosa comisión de vigilar los
movimientos del enemigo. Libró algunos pequeños encuentros como el de Quirbe,
incorporándose después al cuartel general, de donde fue enviado a Tucumán a
crear un escuadrón de caballería, que muy pronto organizó.
San Martín reemplazó a
Belgrano en el mando en jefe, y nombró a La Madrid su edecán, regalándole su
espada, “diciéndome, -asegura el obsequiado-, que era la que le había servido
en San Lorenzo”.
Pasó a servir, ya de
capitán, en la vanguardia con Güemes y avanzó hasta Jujuy, después de pelear a
una fuerte partida de Marquiegui a inmediaciones del río delas Piedras. Cerca
de La Quiaca tuvo un encuentro con una fuerza de seiscientos hombres y se
retiró tiroteándola por espacio de cuatro leguas, así como sostuvo otras en los
Cangrejos y Rinconada, donde con el bravo capitán Escalada batió al enemigo,
siendo ambos ascendidos a sargentos mayores por el nuevo general en jefe,
Rondeau.
Peleó en Puesto del Marqués
(17 abril de 1815) y en la persecución con escasísima tropa, batió a sesenta
enemigos tomándoles veinte prisioneros.” (De
La Ilustración Sud Americana, de Buenos Aires, noviembre de 1895)










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