22 de septiembre. Batalla de Curupaytí . El 22 de septiembre de 1866 se libró una de las batallas más cruentas de la guerra del Paraguay, la de Curupaytí.
La Batalla de Curupaytí fue la primera que comandó Bartolomé Mitre tras un año de iniciada la guerra. El fallecido historiador Jose María “Pepe” Rosas, en su libro La Guerra del Paraguay, fue uno de los primeros en enfocar, desde otra óptica, lo acontecido en lo que muchos llamaron “la guerra de la triple infamia”.
“Pepe” Rosas relató que el 14 de septiembre Mitre le había propuesto un armisticio a Francisco Solano López. Éste, incrédulo, tomó sus precauciones y envió a sus mejores hombres al Fuerte de Curupaytí. Siete batallones de infantería y cuatro escuadrones de caballería esperaron el ataque.
“En cuatro columnas se lanzaron los 17.000 argentinos y brasileños por un campo fangoso llevando la bayoneta en posición de ataque, mientras los 49 cañones paraguayos ocultos entre los abatíes hacían estragos en los atacantes”, describió "Pepe" Rosas.
En el campo de batalla, que se había convertido en un pantano debido a una semana de intensas lluvias, quedaron desparramados diez mil muertos argentinos y brasileños. Las bajas paraguayas no superaron los cien soldados. Esta fue la derrota más grande que sufrió la denominada Triple Alianza en el contexto de la guerra.
Virginia González considera que "la batalla de Curupaytí fue un episodio particular a más de un año de haber comenzado la Guerra Guasu. Lo cierto es que fue un duro golpe para los aliados ya que los costos fueron realmente muy altos, no solo en cantidad de vidas sino en repercusiones para la política argentina como fue la muerte de Domingo Fidel Sarmiento -hijo de Domingo Faustino Sarmiento, quien en 1868 reemplazaría a Bartolomé Mitre en la presidencia de la nación-, la de Francisco Paz, -hijo del Vicepresidente de ese momento- y la conocida pérdida de la mano de Cándido López".
“En cuatro columnas se lanzaron los 17.000 argentinos y brasileños por un campo fangoso llevando la bayoneta en posición de ataque, mientras los 49 cañones paraguayos ocultos entre los abatíes hacían estragos en los atacantes”, describió "Pepe" Rosas.
Cándido López, 1893, Después de la batalla de Curupaytí

Tal como relata la directora del Museo Histórico Sarmiento, entre los miles de soldados anónimos perdió la vida el joven Domingo Fidel Sarmiento. Como una premoción, el 21 de septiembre de 1866, "Dominguito" escribe a su madre:"(...) Mas si lo que tengo por presentimientos son ilusiones destinadas a desvanecerse ante la metralla de Curupaití o de Humaitá, no sientas mi pérdida hasta el punto de sucumbir bajo la pesadumbre del dolor. Morir por su patria es vivir, es dar a nuestro nombre un brillo que nada borrará; nunca fue jamás más digna la mujer que cuando con estoica resignación envía a las batallas al hijo de sus entrañas. Las madres argentinas transmitirán a las generaciones el legado de la abnegación y del sacrificio (...)".
También, en aquella terrible batalla, el reconocido pintor Cándido López perdió su brazo derecho. Cándido era fotógrafo daguerrotipista y se dedicaba a retratar pequeñas ciudades de Buenos Aires y el sur de Santa Fe. Cuando estalló la Guerra del Paraguay planeaba un viaje a Europa para perfeccionar su arte, pero decidió sumarse al ejército para luchar en la guerra.
“Al presentarme como soldado voluntario en defensa de mi Patria en una guerra nacional, me propuse también servirle como historiador con el pincel”, dijo Cándido López en una carta que le envió a Bartolomé Mitre en junio de 1887.
Cándido fue soldado y cronista: bocetó en carbonilla noventa escenas de las guerra y relató en un diario sus vivencias. Fue conocido después de aquel 22 de septiembre de 1866 como “el manco de Curupaytí”. Con el tiempo educó su brazo izquierdo y sus carbonillas se conviertieron en óleos de gran valor artístico y testimonial.
“No será por cierto una obra maestra de la pintura, pero es la verdad de los hechos y de los detalles, salvados del tiempo para servicio de la historia y de mi patria”, declaró López en su carta a Mitre.
"(...) Mas si lo que tengo por presentimientos son ilusiones destinadas a desvanecerse ante la metralla de Curupaití o de Humaitá, no sientas mi pérdida hasta el punto de sucumbir bajo la pesadumbre del dolor. Morir por su patria es vivir, es dar a nuestro nombre un brillo que nada borrará; nunca fue jamás más digna la mujer que cuando con estoica resignación envía a las batallas al hijo de sus entrañas. Las madres argentinas transmitirán a las generaciones el legado de la abnegación y del sacrificio (...)".
“Al presentarme como soldado voluntario en defensa de mi Patria en una guerra nacional, me propuse también servirle como historiador con el pincel”, dijo Cándido López en una carta que le envió a Bartolomé Mitre en junio de 1887.
“No será por cierto una obra maestra de la pintura, pero es la verdad de los hechos y de los detalles, salvados del tiempo para servicio de la historia y de mi patria”, declaró López en su carta a Mitre.






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