Consejo Argentino de Relaciones Internacionales CARI. La IX Cumbre de las Américas: entre la fragmentación regional y un liderazgo desgastado. Difunde CUERPO SOCORRO ARGENTINO "Tcnl D JOSÉ MARÍA ROJAS ARGERICH" C.S.A.
Fuente: Samuel Corum / NYT
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, y en especial a partir del siglo XXI, las cumbres de líderes han tenido un auge fundado en la posibilidad de acelerar la toma de decisiones frente a los límites que encuentran las burocracias internacionales y domésticas para resolver desafíos globales (Jorge Heine, Grand Continent). La IX Cumbre de las Américas, desarrollada entre el 6 y el 10 de junio en Los Ángeles, se presentaba como una oportunidad única para que el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, estrechara los lazos con América Latina y el Caribe. Fue anticipada a inicios de este año como el "evento de mayor prioridad" de Estados Unidos para el hemisferio, conforme a las declaraciones de un portavoz del Consejo de Seguridad Nacional (New York Times). La condición de Estados Unidos como anfitrión de una nueva Cumbre después de 28 años (la primera se celebró en 1994 en Miami), luego de la inasistencia del expresidente Donald Trump a la Cumbre de Lima de 2018, y la promesa de que América Latina sería la región para el lanzamiento de la iniciativa Build Back Better World, generaba expectativas desde el año pasado en materia de algunos avances positivos en las relaciones interamericanas (Suma Política, Esteban Actis). Sin embargo, las instancias previas de su organización y el propio desarrollo del encuentro reforzaron el diagnóstico de un hemisferio con fuertes divisiones e intereses y de un debilitamiento del liderazgo norteamericano en América Latina.
Durante las semanas previas a la reunión, los trascendidos sobre la exclusión de los líderes de Cuba, Nicaragua y Venezuela a la Cumbre dieron lugar a un rechazo generalizado por parte de los principales mandatarios de la región (Ver Boletín Nº 118 de este Observatorio). La discusión en torno a las inclusiones y exclusiones acabó por dominar el encuentro, al cual asistieron 23 líderes, en contraste con los 34 que lo hicieron a la VII Cumbre realizada en 2015 en Panamá. Así, por ejemplo, el discurso del canciller mexicano Marcelo Ebrard estuvo casi enteramente dedicado a criticar esta decisión, algo también subrayado en distintas ocasiones por los presidentes de la Argentina, Alberto Fernández, y de Chile, Gabriel Boric. Las inasistencias y críticas así como el vaciamiento de la agenda le valió la calificación al encuentro de "debacle diplomática" –en palabras de Richard Haass, presidente del Council on Foreign Relations–, debido a su incapacidad para producir respuestas políticas (Twitter). La agenda, lejos de haberse consensuado entre el anfitrión y los países de la región, "terminó siendo algo anodino, impuesto unilateralmente, y sin ninguna relación con la gravedad de la crisis que azota al hemisferio", de acuerdo a Jorge Heine (El Grand Continent). ¿Cuáles fueron los principales proyectos impulsados en la Cumbre?
La migración indocumentada fue una de las prioridades que Washington buscó poner en la agenda del encuentro, un asunto clave en materia doméstica estadounidense y que hacía imprescindible asegurar la participación de México y Brasil en las semanas previas a la Cumbre (New York Times, CERES). En un foro impulsado por el Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social de Bolivia, Grace Jaramillo indicó a fines de mayo que gran parte de la reticencia de los líderes de Brasil y México frente a la Cumbre provenía del temor de sus presidentes a tener que responder a las presiones de Estados Unidos para "avanzar hacia un acuerdo migratorio intervencionista" (CERES). El Acuerdo sobre Migraciones suscrito por 20 países en la Cumbre podría representar un paso adelante en la materia, aunque no deja de ser llamativo que ninguno de los presidentes del Triángulo Norte (El Salvador, Guatemala y Honduras), un territorio que es una fuente principal de esa migración ilegal, no asistiesen a la Cumbre. La declaración sí incluye compromisos específicos con México, Canadá, Costa Rica, Belice y Ecuador, pero no con Brasil. Entre los compromisos adquiridos, Estados Unidos se comprometió a ampliar la recepción anual de refugiados provenientes de América Latina y el Caribe a 20.000 personas para 2023 y 2024 (dando especial atención a aquellos provenientes de Haití, el territorio con los índices de pobreza más elevados del continente) (The Conversation). Además, se acordó facilitar las vías legales para recibir inmigrantes por motivos laborales, especialmente en Estados Unidos y Canadá. La reanudación de la tramitación de visados familiares para los cubanos también fue discutida, junto con la facilitación de los trámites de contratación a trabajadores centroamericanos. Numerosas críticas sugieren que estas medidas no serán suficientes para contener la crisis migratoria actual (The Conversation). De hecho, el acuerdo no especifica la forma en la que Estados Unidos legalizará el estatus de los 5 millones de migrantes mexicanos irregulares o los 2 millones de migrantes irregulares de países centroamericanos que ya están en suelo estadounidense. Tampoco se ha resuelto nada para resolver el estatus de los 600.000 "dreamers" (los hijos de inmigrantes ilegales que han crecido en los Estados Unidos o los cientos de miles de guatemaltecos, hondureños y salvadoreños con estatus de protección temporal en los Estados Unidos, como señala el director ejecutivo de "América sin Muros", Bernardo Méndez-Lugo (The Conversation).
En materia económica, el proyecto central de la agenda fue el de la "Sociedad Americana para la Prosperidad Económica" ("American Partnership for Economic Prosperity" –APEP–), que recoge nociones similares de las primeras cumbres. El mismo es similar al Marco Económico del Indo-Pacífico anunciado por el presidente Biden en su reciente visita a Asia. Se trata de esquemas con énfasis en regulaciones de diverso tipo, en materia ambiental, laboral y digital, pero que no contemplan un mayor acceso al mercado de Estados Unidos, ni recursos frescos significativos, lo cual los hace de interés limitado. De hecho, países interesados en negociar un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, como Ecuador y Uruguay, han sido informados que ello no será considerado por Washington. Muchos líderes esperaban un anuncio importante de Estados Unidos sobre un compromiso sustancial de financiamiento para la infraestructura y el desarrollo económico de América Latina (Council on Foreign Relations, Andrés Rozental). De acuerdo a Shannon O'Neil, la Cumbre careció de planes integrales o concretos para abordar estas y otras problemáticas (Council on Foreign Relations). La mayor parte de lo que se prometió fue la inversión del sector privado, al igual que lo ofrecido por administraciones estadounidenses anteriores y que nunca fue materializado (Council on Foreign Relations), de acuerdo a la opinión de Andrés Rozental.
Como ha señalado Juan Battaleme (Council on Foreign Relations), Biden puede estar dando señales de receptividad a la región, pero la pregunta es si Estados Unidos está preparado para responder de manera concreta a los temas que componen la agenda de los países latinoamericanos. El problema es de prioridades. Es probable que los gobiernos de la región mantengan su preferencia por trabajar de manera bilateral en lugar de multilateral. Estados Unidos probablemente deba dejar de lado, como fue señalado en boletines anteriores de este observatorio, los diseños de estrategias continentales. Distintos analistas han señalado que las cumbres son, en gran medida, una cuestión de retórica. De esta manera, frente a un hemisferio dividido, la influencia cada vez más limitada de Estados Unidos en la región, Michael Shifter y Bruno Binetti (Foreign Affairs) delinean la idea de una "Post-American Latin America". Ante una "América Latina post americana" Washington tendrá que aprender a trabajar e interactuar con una región que depende menos de Estados Unidos, política y económicamente, que en cualquier otro momento de las últimas décadas, como lo han señalado Bruno Binetti en la sección inicial de este Observatorio y Oliver Stuenkel en un reciente artículo del Council on Foreign Relations.
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