Todos juntos por Bahia Blanca. Autor Comandante Principal (R) D Jorge Atilio Oliva Barros
Qué inmensa es nuestra Argentina. Por su extensión
geográfica y por el corazón de su gente. Y lo que no se sabe.
En Bahía Blanca y alrededores se produjo un tremendo aluvión
de agua. La respuesta no se hizo esperar: un tremendo aluvión de donaciones.
Como en la gesta de Malvinas, y como en tantas
situaciones críticas, la solidaridad es el mensaje mejor. Con ese gesto se ayuda
al que lo necesita todo: desde lo material hasta el empuje espiritual.
Tal vez lo ideal sería una Defensa Civil integral. Pero
aun así, ella tendría la misma base que hoy pone en marcha el vital engranaje:
los Clubes deportivos de renombre, los Clubes de barrio, los colegios, las
iglesias, las empresas, los Bomberos, las Fuerzas Armadas, la Gendarmería, la
Prefectura, las policías, etc. instituciones y entidades que no fallan. También
hay celebridades que ayudan, y se forman cadenas de apoyo espontáneas, formadas
por personas anónimas que a veces ni se conocen entre sí.
Pero la esencia de todo son los donantes que, con cada
elemento que donan envían un pedacito de su corazón, y se quedan con un vuelto
espiritual.
En estos trances no hay lugar para las especulaciones.
Los luminosos participantes transmiten valores: son leales consigo mismo, ayudan
a los necesitados y se ganan el día con su generosidad y altruismo. Su mejor
paga es la satisfacción que genera una buena acción. Y por eso, ellos son
imprescindibles desde todo punto de vista.
Es decir, junto con la donación y el trabajo en
equipo, hay un pasamanos de contención y de valores.
Así, a la capacidad de organización de muchos se suma
la generosidad y la voluntad de otros, y no faltan los líderes de bajo perfil,
muy útiles. Ese conjunto de elementos edifica en nuestros corazones.
Todo esto produce un fenómeno recíproco: un efecto
emocional en los damnificados, y un efecto emocional en los donantes.
Lamentablemente, hoy sufrimos por los niños Pilar y
Delfina, y hay un centenar de personas con paradero desconocido. Por todos
ellos, rezo con mi corazón a la vez que agradezco al creador por tanta grandeza
de nuestro pueblo. La de siempre.
Por eso, si no lo han hecho, los invito a que donen algo y a que lo lleven personalmente a un lugar de acopio. Allí observen a los voluntarios que reciben y clasifican las donaciones y las cargan en los vehículos. Quédense hasta que algún vehículo, ya completo, parta hacia su destino. Observen la carga.
Observen los rostros de los voluntarios. Súmense a
los aplausos. Es conmovedor y estimulante. Más allá de las dolorosas pérdidas,
en este mundo convulsionado, la solidaridad nos genera esperanza. Ella es un
regalo de Dios.
Nunca Olvido a Lufi, aquel Gendarme que, en mi juventud, vistiendo una hermosa camisa civil y un jean, una tarde llegó a visitar a sus camaradas en Carrenleufú, y a quien le di permiso para alojarse con ellos en nuestro pequeño cuartel.
A la tarde del día siguiente, un desesperado hombre de campo llegó al galope para avisarnos que se había desatado un incendio de bosques a unos 5 km del lugar.
Presurosos, subimos al Unimog y con palas fuimos a intentar apagar el voraz incendio que consumía el bello paisaje cordillerano. Al otro día, entre los árboles quemados, entre mis cansados Gendarmes, había una persona que vestía una camisa civil, que trabajaba a la par de ellos.
Era el Gendarme Lufi que se había dejado llevar por su espíritu solidario, y
allí estaba, sucio, transpirado, pero feliz de no abandonar a sus camaradas. Empatía,
compañerismo, espíritu de cuerpo, solidaridad, respeto, camaradería, hombría de
bien, desprendimiento, generosidad. Lo que sea. Valores que nos hacen muy bien
a todos.
A veces, no poder ayudar genera impotencia y angustia.
Cuando se puede, la solidaridad es un vehículo, un atajo, un camino, un gesto que
dignifica y mejora nuestra vida. Ella construye en el espíritu y en el alma.
Ella nos da una nueva oportunidad.
A nivel de nuestra Gendarmería hay lugares de acopio
en el edificio “Centinela”, la Región
I “Campo de Mayo”, la Escuela de
Suboficiales con asiento en Jesús María, Córdoba, en el Instituto de
Capacitación Especializada, en Mercedes, provincia de Bs As, en la Escuela de
Oficiales, en Ciudad Evita, en el Círculo de Oficiales, en CABA, etc. En Bahía
Blanca, mientras ayuda, la GN también tiene alrededor de 40 Gendarmes inundados
y a sus familias que necesitan contención.
Por todo ello, los Gendarmes retirados y los que están
en actividad, independientemente de sus responsabilidades del servicio, dentro
de sus posibilidades, le hacen caso a su corazón y hacen pequeños aportes que engrosan
el conjunto. A todo eso se suma Gendas, las Damas de Gendarmería, un grupo de
señoras Voluntarias, esposas de Gendarmes, que trabajan incansablemente,
siempre Ad honorem, para ayudar al Gendarme y a sus familias que pasan por
situaciones críticas.
Aplausos para todos los voluntarios del país, que le
hacen caso a su enorme corazón.
Pero sobre todo, mucha fuerza a los damnificados. Que
también los hay en otras zonas de nuestra Argentina, víctimas de otros
fenómenos de la naturaleza o de graves accidentes.
Mi emoción del día: una jubilada, la señora Mirta, le comentó a Ana que quería hacer una donación para Bahía Blanca. Para ayudarla, como era cerca y pensando que serían pocas cosas, nos subimos a un colectivo urbano y derecho por Av. Juan B. Justo, fuimos a buscar las cosas a su Dpto. Eran frazadas, sábanas, elementos de limpieza, comestibles y 4 banquetas plásticas.
Colocando un objeto dentro de otro, traté de achicar el volumen del conjunto. Igual quedaron 2 bultos un poco grandes. Hicimos señas al colectivo y, preocupados porque tal vez el chofer no nos dejaría subir por el tamaño de los bultos, le explicamos el destino de los mismos y le extendimos las tarjetas Sube para abonar los pasajes.
Muy amable, el señor nos invitó a subir, y a pesar de nuestra insistencia, se negó a cobrarnos los pasajes. Nos acomodamos entre los pasajeros y al final de nuestro recorrido, bajamos entre la muchedumbre.
El colectivo debió esperar que el semáforo le habilitara el paso. Caminando por la vereda, superamos la trompa del colectivo, y entonces se me ocurrió levantar la mano para saludar al chofer, y entre tanta gente, al mirar al parabrisas, mientras el colectivo avanzaba, vi al señor que nos buscaba con su brazo derecho levantado en señal de atento saludo.
Sentí que era el gesto de un
pequeño ángel que nos regalaba el saludo de la esperanza.
Mucha fuerza Bahía Blanca y alrededores. Los abrazamos
y rezamos por Uds.
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