Gates: "HAY QUE PREPARARSE PARA LA PRÓXIMA PANDEMIA COMO PARA LA GUERRA" "Los pueblos que no conocen su historia, están condenados a repetirla", podría ser la frase que resuma esta nota, que recuerda los 150 años del comienzo de la epidemia de fiebre amarilla. - Por Roberto L. Elissalde *
“2021 AÑO DEL GENERAL MARTIN MIGUEL DE GÜEMES”
No se asusten estimados lectores porque
no se trata de una nota de política actual, sigo revolviendo papeles viejos.
Aunque aquellos vientos me traen a estas tempestades. Ni el oficialismo ni la
oposición se dejaron de mandar sus llamaradas a través del tiempo. Este año se
conmemora, y justamente en estos días, el 150° aniversario de los primeros
casos de la posterior y trágica epidemia de fiebre amarilla que diezmó la
ciudad de Buenos Aires; sobre la que habremos de hacer una serie de notas.
Era en tiempos de la presidencia de
Domingo Faustino Sarmiento, que llevaba dos años y cinco meses en el poder. En
la ciudad se editaban varios periódicos ya: La Prensa, La Nación, El Nacional,
La Tribuna, La Patria degli Italiani, The Standard, Le Rèpublicain, etc.
También existían algunos dedicados especialmente al mal que asolaba estas
tierras, que salían diariamente, según escribió José Luis Molinari, que
conservaba en su biblioteca la colección completa del “Boletín de la Epidemia”
y “La Marcha de la Epidemia”, el primero editado por J. P. Albarracín y J.
Güemes.
No faltaban allí secciones como
“Ataques” o “Noticias diversas”, donde muchas veces se mezclaban algunas notas
de humor, a veces de humor negro, que ponían en la mira a distintos personajes
de la vida pública.
En el número del 1º de abril le tocó el
turno al vicepresidente Adolfo Alsina, quien “estaba y aún está en el campo”,
que se excusó de formar parte de la Comisión Popular cuando le ofrecieron
integrarla porque su quebrantada salud no le permitiría “ejercer esa obra
humanitaria”, lo cual sentía muchísimo porque su afán “era servir al pueblo”.
El presidente Sarmiento viajó a
Mercedes para escapar del foco de la epidemia pero luego regresaría a la
ciudad. Apunta el cronista que “no faltó quien preguntara al Dr. Alsina si
estaba dispuesto a ocupar la presidencia. Pues, señor, las dolencias del Dr.
Alsina desaparecieron y por consiguiente la necesidad de residir en el campo, y
el Dr. Alsina aceptó. Está visto: a grandes males, buena presidencia”.
El 24 de abril le tocó a Sarmiento un
artículo severamente crítico a su gobierno, del cual vamos a dar a conocer
algunos párrafos de especial interés porque muestran el desconcierto en casos
semejantes, las mezquinas pasiones políticas de los hombres, el desinterés de
la clase dirigente y otros datos no menores, que parecen replicarse en algún
caso en la actualidad.
Así comenzaba la nota: “Entre las varias
importantes revelaciones que nos ha hecho la triste calamidad que nos está
devorando ya cerca de cuatro meses, hay una que puede sernos de gran provecho
en lo sucesivo” ya que “todas las clases sociales, como las
individualidades que las componen, han tenido que presentarse tales como son,
sin engaños ni fingimientos, y de todos en general, y de cada uno en
particular, sabe perfectamente el pueblo lo que tiene que esperar en días de
prueba”.
Después de destacar que “la inmensa
mayoría de las personas acomodadas, nos han enseñado su corazón seco a todo
sentimiento humanitario, y ajeno completamente a las desgracias del pueblo que
meció su cuna”, habla la nota de la “insaciable avaricia” de esa gente que hizo
fortuna “a costa de la salud del pueblo vilmente explotado en el pago de
alquileres de inmundos e insalubres conventillos, en donde no ha encontrado en
todo tiempo más que la incomodidad, la miseria y la muerte”.
Prosigue, ya entrando a la figura de
Sarmiento, que “es muy cierto, y nunca mejor que ahora hemos tenido ocasiones
de comprobarlo, que perdida la moral de arriba, se presenta en todos los
pueblos la corrupción de abajo”. Por eso, “el que maneja las riendas del
gobierno de una Nación, debe reunir a sus cualidades administrativas y
políticas, un valor moral a toda prueba, y un corazón recto y accesible a todo
sentimiento humanitario. En este sentido no cabe nulidad mayor que la que reúne
el hombre que tan contra el sentido común y las instituciones de esta Nación,
nos preside”.
Y continuaba: “Diógenes, con toda su
calma filosófica y con toda su linterna, se hubiera visto apurado para
encontrar otro ser menos digno del honroso y elevado puesto que el Sr.
Sarmiento ocupa.
¿Con qué títulos cuenta el Sr.
Sarmiento para seguir ocupando la presidencia?.
¿Que se haría con el general que en
momentos de empezar la batalla diera la espalda al enemigo y dejara a su
ejército sin retirada posible, sin organización y sin municiones?.
Es más. ¿Que se haría con este general
su volviera al sitio de la lucha para buscar entre montones de cadáveres algún
tesoro que dejara extraviado, y enseguida emprendiera de nuevo la fuga?
Cualquier castigo que a este hombre se diera sería escaso, ante lo horrible y
monstruoso de su crimen.
Esta, ni más ni menos, ha sido la
incalificable conducta del Sr. Sarmiento.
Que un ejército sufra con paciencia la
mala dirección de su general que expone su vida a la cabeza de sus soldados,
casi se comprende.
Pero que un pueblo, tras de la más
pésima de las administraciones, deje cínicamente continuar en el poder al
hombre que lo abandona en medio de la desolación y el espanto, sin valor para arrostrar
el peligro que él mismo atrajo, es cosa que la imaginación se resiste a creer.
El pueblo ha luchado solo la gran
batalla que ha llenado de cadáveres todo un cementerio y de miseria toda una
ciudad, y al término de la batalla, que felizmente no parece lejano, tiene
derecho para decirle al general que le dio las espaldas: Huye de aquí, cobarde,
y no me hagas solidario de una afrenta que es absolutamente tuya.”
La lectura de este artículo parece un
reflejo de la realidad actual, en la que -como dijo un reconocido médico hace
poco- “de la salud se hace política”. Y parece reflejarse en esta nota a casi
siglo y medio de distancia una realidad argentina, la disputa entre oficialismo
y oposición.
Quedaron sin embargo entonces ejemplos
dignos de destacar. El general Bartolomé Mitre, que había sufrido en carne
propia en su hogar el suicidio de uno de sus hijos, y era adversario enconado
de Sarmiento, no dudó en integrar la Comisión Popular en vez de buscar refugio
en algún campo del interior o viajar al exterior. Y ni decir del ejemplo de los
médicos a los que habremos de recordar más adelante, de los individuos sin
poder alguno que ofrendaron su vida por los demás, de los que predicaron
constantemente con el ejemplo.
Quiera Dios que algún día, cuando
podamos repetir como entonces al “término de la batalla, que felizmente no
parece lejano”, sin chicanas ni bajezas, se una toda la dirigencia y la
ciudadanía atrás de la bandera de Belgrano con “cien millones de argentinos”.
* Historiador.
Vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación
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